Sin rostro

Por siete veces desechó la idea, por siete veces.

Así que... había que dejarse llevar. Abrió los ojos lentamente, sin desearlo. Miró al anfiteatro bajo ella y los rostros fueron contemplados desde la balconada pétrea. Suspendidos en el aire. Reconocibles.

Estaba a punto de someterlos, eso se decía en sus momentos de grandeza.

Estaba a punto de enloquecer, eso se decía cuando la verdad la despertaba del sueño en maya.

Estaban todos y los miraba, reconocíendolos, desde la ingravidez de la piedra fantasmal que sostenía su ser.

Flotaban. Levitaban. Inermes, y aún así, explotando hasta el agostamiento.

No daba ninguna protección la balconada, la piedra podía ser arena en cualquier momento. La seguridad era una falacia. Era la cerrazón de su mente, como la verja oxidada de un jardín olvidado, la que levantaba una pregunta tras otra, que se transformaban en velos balsámicos.

La compasión maldecía en su hombro y pronunciaba la blasfemia anti-vida en su ceguera acompañada, tal como yo la percibía  exactamente, exacerbadamente incluso.

-Salta y acaba!

Percepciones del ego, sentidos con sentimentalismos, expresiones de almas. Odio y miedo y algo que recuerda al amor y bestialismo.Tras las caras. 

Por siete veces desechó la idea, por siete veces. Se dejó llevar, entonces. Liberó sueños con velos de bálsamo y se dejó llevar.

Sin rostro.