La señora de lo pequeño/3
5. Remedios sin creencias.
No pudo descifrar el tiempo que transcurrió. En un parpadeo casi, Leah se encontró de pie en la sala comunal del poblado, donde una inmensa chimenea acogía un fuego redentor. Los cuerpos descansaban en una tarima de madera pulida, extremadamente pálidos y sin signos de que respiraran. Se dejó caer sin fuerzas ni saber qué podía hacer. Miró, casi rendida, a su salvadora.
La disidente, que así fue como la nombraron la última vez, acercó el dedo a sus labios, reclamando silencio absoluto al verla desmoronarse. Leah, presintiendo lo que podría suceder a continuación, asintió en comprensión.
No contestó a su gesto. Se inclinó en medio de Malekith y Cyeh, posando ambas manos sobre el imperceptible latido que encontró. La mano izquierda sobre Cyeh y la diestra sobre él. Animó en su despertar a las dos serpientes enroscadas en sus propios brazos, a bajar por ellos al encuentro de esos débiles corazones y los fortalecieran. Siseando muy quedo, a la vez, dejaron de velar a su señora, para acudir a otra calidez moribunda y morder al unísono la carne.
" Lejanos se van sin ver , ciegos y asustados sin ver, sin ver sin...".Los pequeños estaban impacientes y el susurro en la capucha se elevó desorientado.
-Si se alejan los atraeremos-. No pudo evitar una mueca con ironía, ¡usaría luz!. La caza de almas corría en su determinación.
Sacudiendo apenas la liviana manga, de nuevo de entre sus dedos surgió una luz,dos, tres... docenas de luciérnagas diminutas los rodearon sin dejar de oscilar.
"¡Nos ven, nos veeen!" .Atronan el recinto los pequeños asociados, alegres de que la presa no se escape.
Un gesto seco detiene el regocijo. Sabe que no es suficiente, y duda. Vuelve la mirada a la quebrada avatar y quiere decirle que puede abandonar antes de continuar, ofreciendo en esa pausa un remedio para asegurarle de que, tras la pérdida, son llevados donde el Rastreador no pueda tocarlos. Decide intentarlo.
-Leah, has de recordar lo que hacías antes de tu huida, ¡lo que eras!. No puedes esperar que sobrevivan como lo harías tú. Despedaza el interior que te nubla y vuelve a restaurar tu esencia, carente de tiempo-.
-Dama,no creo que ...- Leha titubea.
-Dama?...Ya lo estas haciendo. Despierta o sucumbe-.Volvió la mirada a la pareja.
-¿Continúo?-.
Leha baja la mirada y apuesta sin pensar. Afirma sin hablar.
Suspira profundamente y retira el contacto con los cuerpos. Es hora de escuchar a los pequeños.
6. Los pequeños.
La hueste tiene libertad en su cacería y poder para sanar, condenar o matar. Los pequeños agradecen a su diosa la oportunidad de manifestarse desde lo más profundo. Expresarán el caos que contienen, sin restricciones.
Cuando se arrodilló violentamente sobre la tarima entre ambas cabezas, unos crujidos aullaron en sus piernas, aplastados los pequeños que entraron en contacto con la madera pulida. El sacrificio serviría para iniciar el ritual del contacto, liberando el elixir perlado que ella misma donaba a sus seres al salir el sol, sin distinción.
Extendiendo ambas manos a la vez, con cada dedo índice dibujó un surco hacia cada uno de los Ranh, provocando una incisión profunda en la madera como si fuera arena de la playa a su contacto, canalizando el espeso líquido.
El cabello de Malekith y Cyeh se impregnó lo primero, llegando a la nuca y rodeando el cuello.
Un fogonazo sacudió a la disidente y la inmovilizó. Recibía la invitación mental de los pequeños, en una algarabía de imágenes y sensaciones antiguas con la historia de los Ranh.
Todos los universos cantaban la desgracia de una especie maldita por sus propios actos y que se rebelaron contra la vida. Seres etéreos manipulados y encadenados en la más baja energía y casi ciegos a las maravillas que otras especies podrían disfrutar. Viciados e ignorantes, otrora fueron príncipes del verdadero sentido del discurrir de lo innombrable.
Los pequeños gritaban tan alto que Leah protegió sus oídos y la Dama, como así la llamaba ese avatar, acompañó la cacofonía liberando a las dos parejas de escorpiones que se sujetaban con sus aguijones en sus lóbulos auditivos, evitando que se revolvieran.
"Los niños lo llevan dentro y no saben , no saben y noo son inocenteees".
Ellos decidirían.
En comunión con los propios Ranh.
Leah comprendió demasiado tarde su error. Aunque tuviera que enfrentar al Rastreador no consentiría que los Ranh compartieran el enfrentamiento. Los quería libres, sin ser marionetas de poderes, libres de sus propios semejantes, de sus propias creencias. De sus raíces.
Pensaba absurdamente que si escapaban al destino sellado ya, ella también lo conseguiría.
Era su experimento salvador: Si un Ranh se mantenía lo más inocente que se lograra ...
¿ No tendría ella la misma oportunidad?.
Un hilo de seda, liberado, flotaba en la sala gracias a una brisa que parecía surgir de todas partes. Casi rozaba el suelo, casi ascendía a lo más alto del techo, con una candencia indolente en su recorrido.
En el instante que el filamento la encontró, se enroscó en el cuello de Leah tan apretado que apenas podía respirar. Hizo un ruido de sorpresa y ahogo y se desplomó.
7. Dos mariposas blancas.
Todo convergió en la mente de la Señora de lo pequeño. Era una revelación intuitiva y demoledora.
La velocidad del pensamiento es tal, que la inmovilidad de la ordalía fue mínima a la vez que la completaba.
No sólo uno viajaba en el Orb, también se fusionaba con él. ¡El gran esferoide era consciente!. En un grado que le costaba comprender, interactuaba con la cercanía viviente o existencial del pensamiento. El Orb provocó un cambio de destino debido quizás a la llamada del Rastreador, uno de los agentes más poderosos al servicio de....
"Sin nombres para llamar, no le menciones nnno, nooo".Sus asociados temblaban por el esfuerzo
de contener a su diosa, dispuesta a entregar a la inmerecida con el don de avatar, a su peor antagonista.
Envió aromas de lavanda para apaciguarles y derrumbó su frenesí de un golpe.
-¿En qué pensaba esa Eterna loca, cuando se lo entregó a Leah, el poder, si estaba destinada al fracaso? Todos ellos deberían estar en el olvido, este universo sería más sencillo.-
Sabe ahora que percibió, al pisar este mundo, la consciencia del Rastreador como un impulso. La de ella, fue desesperada. El deseo de salvar a los dos niños era genuino, sin embargo.
El hilo en torno a la garganta se deshizo y Leah se incorporó a la vez que lanzaba una mirada a la informe masa que era ya los cuerpos de los niños, cubiertos completamente de los pequeños bulliciosos. Una especie de capullo que se revolvía y paraba, rítmicamente.
-Quieres de veras cambiar su destino?-.
-Si-.La voz salió sofocada , tenía las cuerdas vocales lastimadas por la presión de la atadura .
-No voy a intervenir con el Rastreador. Lo sabes.-
Una muda afirmación la hizo proseguir para comunicarle la decisión de los pequeños asociados sobre los niños.
-No sabrás que sucederá con Malekith y Cyeh. Lo que no sepas, el husmeador no podrá exigirte que le digas, aunque lo intente por todos los medios posibles-.
Un rictus de dolor sacudió a Leah al escuchar a la disidente. Si, al menos, cuando se enfrentara a sus errores conociera que estaban a salvo, sería su fortaleza y esperanza para afrontarlo, mas si la duda la inundaba...
-Ni siquiera sé que saldrá de esto, ni en que materialidad lo harán.Tú sí que me has obligado a hacer un "experimento", como lo denominas mentalmente. También me has obligado a entrar en el devenir del tiempo y eso no lo olvidaré fácilmente, te lo aseguro. Es un tremendo fastidio-.
-Por favor, no dejes que les alcancen, no permitas que...-. Leah temblaba tanto que sus cabellos despeinados y largos hasta la cintura oscilaban al son del aire helado que empezaba a rodearla.
En el exterior de la casa ya aparecía el Orb para acogerla con sus seres pequeños. No podía verlo pero en sus entrañas brillaba su situación de una manera luminosa. En el dintel de la entrada, se giró para mirar por última vez a Leah.
Sintió una remembranza muy lejana, una imagen desgastada en su memoria y experimentó algo que ya no recordaba . Una debilidad, a la vez que una fuerza de algo mayor. No podría ocultarlo a la hueste diminuta, sus seres internos ya cantaban a las células de su cuerpo lo que habían recordado.
Compasión.
-Me puedo permitir esto-. La envió más que un gesto de mano, en señal de adiós. Satisfecha, bajó los escalones de un salto y desapareció.
Leah,con los ojos cerrados, escuchó un griterío de aves marinas y ya no le rodeaba un aire helado, sino la brisa cálida de un verano. Olió flores en una ladera cubierta de helechos y arbustos repletos de pequeñas campanillas moradas y azules. Silenciosas enredaderas abrazaban los árboles murmuradores de sueños. Y, silenciosas en su baile, las mariposas se posaban sobre frágiles hojas aterciopeladas.
En la última visión que recibió Leah, contemplo una pareja de mariposas blancas y armoniosas en su vuelo, que acudían al encuentro de sus compañeras multicolor.
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