Debería disculparme.
Debería, pero no sé si quiero. En mi reducto libertario cometo aberraciones. Apenas puedo dominarlos ya, se han declarado en rebeldía en mi interior (y me animan) entre neuronas y espasmos eléctricos, su autopista. El riesgo es inmenso, monumental e idiota, un camino al que tiendo. No aspiro a nada, ni concursos ni eventos, no me vendo, así que... puedo hacer cosquillas al orden, tan recto e inmutable.
Ahora sí que la fastidias (ah, esa vocecilla insidiosa) cometiendo tal herejía (la puñetera tiene razón), nadie te leerá.
Qué más da? En la puerta lo pone claramente: entrada sólo para locos (cúantos lo son a causa de la imaginación?).
Debería pedir disculpas por mi anarquía con la tribu de los signos, pero no puedo. Necesito este reducto de caos, esta esfera, para que ellos se asalvajen: puntos, comas, paréntesis, el casi olvidado punto y coma...Hay más. Todos se han vuelto díscolos.
Les quiero por eso.
Me dan mil y una razones para dejarles actuar sin normas y reglas, sin estatutos, con sorpresas. Les digo que nadie nos va a deletrear ni contemplar, ni entenderán si el caos les domina, o me emociona...
Les da igual; dicen las comas (todas juntas en fila) que los locos, entenderán.
Pues nada, vualá.
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