El último viaje.
La imagen, como una fuente primigenia, es atrayente, pero los relatos pequeños que la acompañan la superan ampliamente. Sus creadores (escritores, que no juntaletras), todos buenos escribiendo, algunos ya reconocidos entre los que se manchan de tinta los dedos (o tienen callo en las yemas), y con publicaciones ya sea onlaine-lailo, o en papel...a lo que me dirijo (siempre en senderos, por lo visto), es invitar a los locos humanos que pasan por aquí, a dar un clic y visitar El Universo de las palabras perdidas. Que inviten a participar amablemente a esta juntaletras no significa que no rocen un nivel muy alto, haciendo que una se acongoje cada vez que escribe un micro semanal...
Otra cosa. Menuda fijación tengo. A ver si me lo hago mirar... Mi aporte de la semana pasada, voy retrasada.*
El último viaje.
No podía parar, ya lo había intentado muchas veces, incluso había intentado tirarse en marcha, desestabilizando la bicicleta...pero siguió su marcha sin detenerse, impertérrita. Tampoco podía dejar de pedalear y no encontraba a nadie para pedir ayuda. El miedo no le dejaba pensar. ¿Cuanto tiempo llevaba subido en ese sillín de cuero gastado?... No lo sabía, apenas podía recordar cómo llegó a sus manos esa maldita bicicleta.
Al pasar bajo el puente, perdió toda esperanza. Si seguía ese camino pronto saldría de la villa, en dirección a los campos. Ese artefacto rodante bajo él llevaba su propio camino, ya que giraba entre las callejuelas sin su dirección ni consentimiento, con un destino misterioso que él desconocía. Era un pasajero involuntario, atrapado, incapaz de controlar el incipiente terror que se apoderaba de todo su ser.
Una pregunta le atormentaba, incansable, una certeza que en forma de interrogante le despellejaba el raciocinio, ya tan volátil.
¿Donde estaban los otros, la gente?
Un edificio iba acercándose, aunque pudiera ser que fuera él quien, cada vez más veloz, rodaba hacia las verjas que lo flanqueaban. Empezaron a abrirse, en un silencio majestuoso, dando a su memoria un destello fugaz de reconocimiento...
En el último tramo del camino, recuperó súbitamente el control sobre esa bicicleta, sorprendiéndole. En ese último momento, decidió dejar la gran casa tras de sí, al seguir pedaleando como alma que lleva el diablo.
La figura que le observaba (tan delgada, tan pálida), junto a la entrada principal, suspiró desconcertada al ver que se alejaba. Otro más que se perdería en el limbo, durante una buena temporada...
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*He denunciado a HAL por obstrucción a la creatividad manifestada, pero la corte aquí es robótica. Va a ser cuestión de no insistir, mejor...hasta que venga la Connor.
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