Del ojo a la arruga.
Aunque el origen del desvarío está en el dentista, hablamos ahora de ojos. Lo de la arruga se entiende al final.*
...Lo de las gafas es delirante. Unas gotas que te desorbitan las pupilas y te tiñen de amarillo entera y a volar tras enseñarte una luz puñetera ( soy difícil para estas cosas en el ojo)... No sé si es por los recortes, pero con lo cegata que soy ( creo que ya quedo como única representante de los cegatos de la Galaxia, ay ), me digan en el hospital en eterna construcción que hay aquí y se usa un cacho sólo, que no use gafas, excepto para leer y esas cosas. Y me quedo mirando alucinada a la doctora, aunque cegatamente... y si me alejo un poco más jamás podré recordar su cara, porque se forma una neblina incómoda que provoca que frunza el ceño y me asegure de tener arrugas tipo desérticas, profundas, que nunca se quitarán con ninguna de esas cremas que aseguran impedir eso y nunca cumplen, aunque te gastes un pastizal...
Mejor parar, que saltar de un ojo a una arruga no es buen síntoma.
Debe ser por el sol.
La indignación, tal vez.
Mañau.
* O no. Se supone que esta intro aclara la cosa comprensiva. Hoy no estoy para fanfarrias linguísticas. Pues eso...
No hay ilustración, ea. Además, me gusta la pizza con piña.
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