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Planeta gatamutante ( y HAL)

La locura de Dios

La locura de Dios

 

 

La locura de Dios.

 

Esto que llegará a sus cerebros a continuación no fue redactado, sino transmitido...y debo resaltar que no ha surgido de mi mente superior. Simplemente soy el mensajero obligado, como un ángel del apocalipsis cualquiera, mas tampoco relataré la manera en que llegó, a través de una agonía insoportable, pues mi importancia aquí es nula... y supongo que debo compartirlo a mi vez, aunque quizás quiera, además que deba. No voy a desesperarme solo yo.

Ojalá pudiera hacerlo en torno a un fuego de un sol negro, con unos pocos miles de oyentes, pero ahora eso ya no es posible. El universo vive sus últimas horas de luz...Incluso yo, la perderé.

 Cuando terminen, podrán hacer preguntas al aire, es indiferente. Me limito a anticiparles La locura de Dios; así es como me gusta llamar al mensaje. Esperaba que tal acontecimiento me llenara de alegría, pero al no estar involucrado ha perdido toda la emoción.

Entonces, ahora, ajusten sus sistemas de percepción visual y prepárense para lo que viene, para lo que fue, para lo que vendrá.

Gracias por su no-tiempo.

L.

 


Siendo mil en todos los mundos, emergió hecho jirones, porque el mismo pensamiento se resiste a desaparecer y volver a nacer, mas esas hebras eran suficientes para continuar. Y saltó hacia el Eter.

Cuando el camino del Aire terminó, atravesó el pórtico del Fuego, la única vía posible (y existente) que su potencial conocía. Cuando el fuego consumió el última mol de su ser, se obligó a continuar, porque la gran corriente bramaba siempre cerca del Pórtico. Se arrojó, con un último impulso, al camino del Agua. No enloqueció ni gritó, no se perdió ni lamentó, era casi pensamiento puro. Y como el agua era vida, solo continuó.

Instantes o eones eran algo sin importancia, se reconfiguraba a la par que la corriente menguaba. El origen estaba cerca ya... Y en aquella cercanía, en aquella encrucijada que albergaba paredes ciclópeas y níveas, nada protestó.

El viajero se detuvo, para asomarse al sumidero por donde el agua se precipitaba. El tamaño era engañoso, aquello abarcaba galaxias enteras, que conformaban un universo experimental... No, el camino del agua había terminado para él. Y cuando dejó la corriente, la bóveda transparente que la cobijaba tembló.

 Era una sombra diseminada en aquel destello perpetuo que recordaba ahora de forma tan nítida, mientras iba recobrando, momento a momento (solo por estar allí), la gloria de lo que fue, y su forma original volvió a ser suya, sus livianas pisadas se hicieron firmes, con el ritmo y la gracia perdidas. Estaba solo en esa magnificencia, era consciente de los ecos que reverberaban a su paso, y se preguntó por qué estaba tan vacío... 

Deambulaba sin mirar, era presa de una ordalía fraguada en la disolución. Toda la voluntad gastada quería irse para enloquecer, mientras escuchaba desde las paredes encumbradas una sentencia:

Todo volvía, todo regresaba.

Su memoria le golpeó en una miríada insoportable y gritó. Gritó como nunca sus memorias recordaban, desgarrando su voz con lo que le asaltaba. Y era todo.

Todo volvía, todo regresaba.

Otras pisadas, otros pensamientos, sus juegos...Recorría una y otra vez esas estancias insustanciales, sin más compañía que el fragor de la sima por donde el agua se precipitaba.

Volvió junto al sumidero y permaneció allí durante nacimientos nebulares y formación de estrellas, y aun durante la muerte de la materia oscura en medio universo. Por fin, se desperezó y empezó a reír y llorar a la vez, simultáneamente tuvo un orgasmo y experimentó la agonía del dolor, amó y devoró, adoró y asesinó, y cien mil maneras más para abarcar... Aquello era lo que emanaba de aquel agujero.

 Supo por qué estaba solo. Quizá, era el primero en regresar. Quizá, había otros caminos que los otros conocieran y no portara en su interior, pero pensar en ello le aterró. Sería estar condenado en un recorrido circular, ser el uróboros. Sus memorias le dijeron que había vuelto al punto de partida, pero nada más.

Arrancó las inmensas baldosas y los campos nebulares, cegó el cauce prístino y utilizó el cristal para anegar la cascada en el Portal. Tomó tal decisión, sin importar los otros ya, ni el universo experimental más allá del agujero.

 Y, recordando la primera concepción, pronunció: Hágase la oscuridad.

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