Dos relatos para una imagen
Dos relatos para una imagen, desde El Universo de las palabras perdidas. Me gustó tanto, que pedí a su autor permiso para llevar de paseo un relato que provoca en mí la más audaz envidia
Reflejo
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Sueño, y en mis sueños veo cómo me desdoblo, cómo emana de mí una imagen como un reflejo; pero cuando me fijo en él, descubro que no es un reflejo exacto, más bien es un reflejo roto, que hace justo lo contrario a lo que yo hago. Si yo me levanto, él se acuesta, si yo ando en una dirección, él se dirige hacia la contraria; mientras yo permanezco en el suelo, él flota junto al techo. Le miro fijamente, con el cejo fruncido, y él me mira sonriente, como conocedor de mis pensamientos. Y entonces una duda me asalta, ¿es contrario a mí... en todo?
Si yo diera limosna a alguien, ¿Él le robaría? Si yo tratara de salvar a alguien, ¿Él le mataría? Si yo amara a alguien, ¿Él le odiaría? Entonces recuerdo que ese ser ha salido de mi interior, y me estremezco. Noto como el odio me sobrepasa, y trato de lanzarme contra él, pero mis limitaciones físicas se hacen dolorosamente palpables, y caigo como un peso muerto.
Despierto con un sobresalto en mi cama, y al recordar mi sueño, comienzo a temblar; porque aquella réplica, no era en realidad un ser extraño. Aquel ser también soy yo. Y eso me aterra.
Autor: Vinatea
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Unos días después solté el mío. Sigo con el fallo temporal con los verbos, lo malo es que siempre es tarde cuando caigo.
Madre
-Madre, ¿estás despierta?
Esa frase retumbaba incansable a su alrededor, pero no sabía si se dirigía a ella. Ojalá alguien contestara, era un martilleo incesante...
El ingeniero movió la cabeza dubitativamente y miró al vigilante sin decir nada; habían intentado ya todas las maneras posibles de despertar a Madre, sin resultado alguno. Vigilante formuló la pregunta de nuevo, con un matiz desesperado en su voz, si eso era posible. No concebía la existencia sin ella.
Al fin parecía que menguaba, ese murmullo molesto, y Madre volvió a su rumbo entre las estrellas.
En la Odisseus, todos estaban condenados a un viaje sin futuro. Llegaría un momento en el tiempo en que la hibernación fallara para los seres que la habitaban, pues hasta las máquinas llegan a la vejez. Vigilante pensó en aquello y mucho más, en su cerebro de sinapsis lumínica, y por primera vez experimentó eso que llamaban soledad.
Sorprendió al humano junto a él, al preguntar por última vez:
-Madre, ¿por qué me has abandonado?
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