Da igual
Me dedicaron una lámina y un garabato
un cuento bibliotecario
hicieron con mi sonrisa y gabardina
una caricatura con lápiz,
sin esgrima.
Mas tengo que hacer una pausa y contar algo:
Soñé.
Todo buen soñador sabe lo que se siente cuando se sueña rotundamente, pero no lo recuerdo todo.
Se fueron. Estaba acompañada y sólo quedé yo, inmóvil. Los vi marchar ...entonces un nudo atenazó mi garganta y mis ojos brillaron sin poderlo evitar, pues la sensación de abandono y soledad fue tan... abrumadora y permanente, tan desoladora, que no encuentro manera de transmitirla.
Estaba a mi lado (o cerca) alguien muy alto con el pelo llegando a sus hombros, ondulado. Supe que no era como nosotros. Llevaba gafas, que tenían cierto aire familiar. Portaba un libro entre sus manos, con la tapa de piel marrón. No recuerdo si dijo algo, cuando me miró, sin dejar adivinar ninguna emoción en sus rasgos.
Sólo me miró. De tal forma indiferente que me sentí una mota de nada...fue un momento tan breve antes de marchar él también ,que pudo se el gesto al girarse lo que ví, y no un esperar momentáneo. Lo dicho: una mota de nada.
No recuerdo si antes conversamos, pero sí lo que pronuncié yo, al mirarle en ese instante grande en miradas y pequeño, tan pequeño, que quizá no fue:
Da igual...
Soñé una frase y desperté
con los ojos aún húmedos,
aún estremecidos:
Da igual, al final...
todos se van, le digo.
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