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Planeta gatamutante ( y HAL)

MINICUENTOS con y sin Imagen

La corriente diosgarm.

Al ver la imagen semanal vino a mi mente una pregunta: ¿Qué son los globos de colores, sino prisiones para el aire?... de ahí surgió diosgarm.

La corriente diosgarm

—¡Dios...dios!
Con parsimonia, algo parecido a un ángel asintió al escucharlo. Se encontraba orbitando el éter de ese planeta tan productivo, un verdadero hallazgo en sus viajes de exploración. Y bajó en su dirección.
Tras el gemido final, se dispuso a preparar el globo que contendría cada una de esas sílabas extasiadas. Hizo una inspiración y las capturó,para después exhalarlas en uno de color azul noche y, tras sellarlo, lo soltó para que ascendiera junto con los demás que ya tenía recolectados.
Se reunió con él otra figura alada, un poco más pequeña, más delicada. Ella pensaba que, tras el último gemido, nada quedaba... Pero allí estaba él, rodeado de esferoides multicolores, provocando una corriente para que subieran más y más alto.
—¡Este planeta es inagotable, está por todas partes!
Tenía razón,pensó mientras le veía contarlos. Se escuchaba el éter como el ronroneo de una maquinaria constante, se repetían una y otra vez esos suspiros... y el nombre de dios. Prestó atención, aunque no entendía nada.
—Dios... eso no paran de decirlo.
El se giró hacia ella, ahora muy serio. Pasó muy cerca de su rostro las alas, afiladas como cuchillas, provocando una brisa cosquilleante en su piel desnuda.
—Tenemos que capturar todos los que podamos. Ayúdame y abriré uno para ti, experimentarás algo que ya ni recordabas...
La miraba con tal luz en sus ojos, que aceptó. Extendió unas alas negras como azabache cristalino y el rayo que desató acompañó su movimiento. Juntos, formaban un equipo excepcional.
—Ya no podemos abarcar más, ni aún entre los dos. Cumple ya tu promesa. Muéstrame lo que he olvidado.
Él, de toda esa miríada recolectada, escogió uno plateado y refulgente, y se lo dio.
—Rompe el sello, mi amor.
Rio al escucharle decir eso, pensando que se había contaminado con el éter tan denso y ruidoso de ese planeta , mientras lo abría.
La risa se cortó en seco en su garganta.
Sus ojos se humedecieron, sus latidos se aceleraron, la respiración era caótica y el vello se erizaba en su piel...jadeaba, presa de una urgencia extraña y quiso elevarse en un salto al espacio. Empezó a murmurar sin saber bien lo que decía mientras deseaba estallar...
—¡Dios!
Ahora recordaba, mientras caía.
Él la sostuvo entre sus alas sin provocar ningún daño, y quizá sí estaba contaminado porque la besó en los labios con delicadeza, entendiendo las lágrimas de pérdida que asomaban en sus iris negros...

Regresaron a los abismos como una estrella fugaz, llevando una estela multicolor tras ellos.

Ven, que te morreo.

Es lo primero que me vino a la mente cuando presentaron nueva imagen, en el desafío semanal...

Alé alé, al Universo de las palabras perdidas, si la imagen quieres ver.

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Ven, que te morreo.

 

Ya estaba allí cuando ella apareció. No pudo evitar decirlo.
—Ven, que te morreo.
—No, nada de ir al grano, listillo, que eso es muy primitivo... ¿Nos sentamos en ese banco, o prefieres otro lugar?
—Por mí, hasta en la luna. Me encanta cómo vas vestida... Ven, que te morreo.
Ella ríe pero no cede, que al principio el contacto es muy raro. Él susurra su deseo con palabras, como un viento del sur impaciente. Frente a frente, se miran inquietos.
—¿No tenemos otro sitio al que ir? Aquí cualquiera puede vernos.
—No tengo suficientes bitcredits, nena, por eso me ves como la última vez que quedamos, en el mismo lugar, que ya tengo contratado por un año.Todo para poder estar contigo, cariño.
—Si pudiéramos, al menos, disfrutar de las nuevas experiencias que prometen ahora, pero sólo he podido pagar un paquete básico.
—Por cierto,eres nueva en esto, ¿no?...bien, te vas a sorprender.
—Acabo de instalarlo. Parece increíble que esta cosa pueda hacer eso que me has contado.
—Ven, que te morreo.
La ganaba por insistencia agotadora, que conste. Ella sonrió y ajustó la banda rígida sobre su frente, bajando el visor. Acercó los labios al frío dispositivo junto al monitor con las pulsaciones disparadas; una mezcla de temor y excitación...
A quinientos kilómetros de distancia, él sintió el beso más deseado en toda su vida.

Al menos, tenían el paquete básico.

La sala de las maravillas

Tres niñas con tres cometas peculiares. Una imagen así da juego, la verdad...Espero que tan breve descripción os lleve al Universo de las palabras perdidas, para leer pequeñas joyas allí. 

La sala de las maravillas.


Era la primera vez que salían solas, sin ojos vigilantes y regañinas constantes. Las risitas que escapaban de sus bocas eran puro nervios contenidos. Las tres llevaban los voladores que eligieron de la sala de las maravillas, dispuestas a probarlos... y allí estaban, nada más emerger de su escapada, desplegando colores e hilos luminiscentes.
Una de ellas, no. Una de ellas sostenía entre sus brazos el volador, maravillada de sus alas azuladas. Pensaba que, al estar en la sala de las maravillas de su padre, todo podría ser posible al desplegarla y lanzara a jugar con los vientos que soplaban desde el desfiladero de arena, un lugar al que tenían terminantemente prohibido acercarse. Llegó junto a las dos más pequeñas, ya en la loma, enredando las cuerdas, antes aún de alcanzar una altura segura .
-Por estar muy juntas, ya os lo dije... Eso es, pasa el cordaje por detrás del suyo.

Según subían ambas cometas, iban haciéndose más grandes y las columnas y pórticos parecían no terminar. Las ventanas y escaleras resplandecían oscuras, esperando despertar. La mayor de las niñas frunció el ceño al advertirlo.
-¿Es que no habéis llenado los voladores antes, como acordamos?

Sonaba triste, su voz. La escapada merecía la pena sólo si les daba para mil y un recuerdos en sus sueños, porque en caso de que las encontraran allí el castigo era seguro. Para un simple juego de artificios, no era necesario exponerse al riesgo que afrontaban.
Miró a las ahora vulgares cometas en manos de sus dos acompañantes y se encogió de hombros. Quizá no tenían con qué llenarlas. Su padre decía que había seres que nunca soñaban con colores ni lugares, que su visión era brumosa por dentro.
Humedeció el dedo meñique y lo levantó al cielo; verificó el aire que ululaba desde el desfiladero, inusualmente amable. Tragó saliva y sus papilas gustativas le hablaron de praderas verdes y un hayedo. Inspiró toda la luz que pudo y empezó a correr bajando la loma, riendo.
Su vista estaba puesta en el volador, agrandándose por momentos. Le parecía que sus pies ya no tocaban el suelo, tan rápido veía lo que sucedía alrededor. Dos puntitos le gritaban allá abajo y rió aún más alto. Escaló el aire con la cuerda y llegó frente a las puertas inmensas de la casa cometa. En ese instante, supo a donde se dirigiría en cuanto el viento la dejase, porque el desfiladero de las arenas la llamó, cuando cató el aire.

Antes de entrar y ser su dueña, recordó con qué había llenado el volador. Volvió la mirada al mundo, sobre el que planeaba dulcemente e hizo un gesto con palabras. Todas las ventanas se abrieron y miles de mariposas salieron. Tantas, que llegaron a cubrir el sol por un momento. Cada una de ellas portaba un grano de arena del desfiladero de los sueños.

Un gato inmenso, para lo que es un gato corriente, se desperezó entonces sobre una cumbre rocosa, cercana como ninguna al firmamento, para escuchar el estruendo de alas que sacudía su descanso, olfateando solemnemente el caserón fugitivo en el cielo del atardecer. Sacudió medio cuerpo y levantó una zarpa.
Podría atrapar a cada una de esas efímeras y coloridas mariposas, y devolver los sueños robados al saco de arena, podría (a ella), hacerla regresar a la sala de las maravillas antes aún de cometer su travesura, mas se limitó a recostarse y volver al gran sueño.
Al fin y al cabo, su dominio se iba extendiendo.

Pequeño demonio

Bueno, la imagen en esta ocasión es más complicada de describir, pero es porque tiene un espejo. Los espejos son más de lo que parecen, os lo digo yo. No me queda más remedio que secuestrar la imagen y traerla con HAL...o que tecleéis la frase mágica para trasladaros a varios mundos a la vez, ¿ya se os ha olvidado?... el Universo de las palabras perdidas es.

No me atrevo con una descripción, decía, es que tiene un espejo. Y, ¿quién es el señor de los espejos?...


Pequeño demonio.

 

Ni un alma. Nadie a quien absorber la vida. Se había introducido al portal espejo con la promesa de cientos, miles de víctimas para su sustento. Aún no había finalizado el proceso, pero era inevitable que su esencia mental se introdujera entre esos átomos, en ese plano de realidad que atisbaba tras el espejo.
No había camino de vuelta, estaba en el momento del viaje, del desplazamiento. Consiguió detenerse en el último segundo, antes de traspasar la red glauca del reflejo. No sentía vida tras ella.
Si, percibía energía creadora residual, pero tan débil que la desdeñó. Se retorcía aprisionado entre los planos, con un toque de alarma despertándose cuando, minuciosamente, analizó la visión que se le ofrecía al otro lado.
Casas, luces, caminos, bestias mecánicas...parecía un lugar perfecto a simple vista, mas ni una gota de aliento vital, de emociones, de sufrimiento. Ni un suspiro, gemido ni arrullo. Algo muerto.


Lo entendió casi todo en un resplandor revelador, al sentirse empujado definitivamente y el proceso se completó. Por última vez miró hacia la entrada, todo rabia desesperada. Aún si tuviera el poder para intentarlo, una figura la flanqueaba. Le gritó como se grita a una montaña.
-¡Aquí no hay nada!
-No lo entiendes, pequeño demonio, soy Sandman.
Y, sosteniendo con suavidad un pincel entre sus dedos, terminó de dibujarle.


La familia.

Es un cuadro costumbrista, el de esta semana en el Universo de las Palabras perdidas. Hay relato, hay relatos allí, evolucionados a partir de esa imagen.

Porque ya se sabe, evolucionar o morir.

La familia.


Llevaba sentada lo que le parecía una eternidad, y no tuvo más remedio que mirar ese cuadro en la pared, muy adecuado para un comedor público... o, para su desgracia, un comedor en la casa de sus futuros suegros. Al menos, no era el bodegón típico con el cadáver de algún faisán y dos manzanas con gusano, de sorpresa. No le decía nada, no le gustaba, pero menos aún le apetecía estar sentada en esa mesa, así que lo miraba. Oía la conversación y los ruidos de la comilona como un zumbido molesto, en plan moscardón cojonero.

Volvió al camino, con la mujer del cuadro.

"Son cuatro niños... aunque ella puede ser la niñera, y no la madre. Deben ser de buena familia, están muy limpitos, o justo era uno de los escasos días del año en que se bañaban... Estas pinturas mostraban el lado más bucólico del arte costumbrista. El pintor no era tan meticuloso para dibujar los piojos que correteaban por las cabelleras infantiles, ni se transmitía con el color el olor que desprendían, porque la ropa se lavaba de peras a cuartos."

"Cuatro", se repitió a sí misma.

Salió del paisaje cuando todo quedó en silencio. El moscardón debía haberse caído en alguna copa de vino. Uno normalito, dicho sea de paso. Todos la miraban, expectantes, con una sonrisa con un punto bobalicón, como en el cuadro.

—Bernard quiere tener cuatro hijos, somos una familia numerosa. La que menos de los nuestros, tiene una parejita, la pobre. Espero que a ti no te ocurra.

La voz atiplada de la madre de su novio atravesó sus tímpanos, no daba crédito a lo que oía.Volvió la mirada al cuadro de nuevo, que parecía mostrarle el futuro desde una imagen del pasado.

—¡Cuatro!.

Tripitió. En esta ocasión, lo dijo en voz alta. Quizás lo gritó. El caso es que la miraban con la boca abierta. Y... ¿cuándo se había puesto de pie?... ¿Era ella misma quien estaba despidiéndose atropelladamente mientras buscaba su bolso?

—Bernard, te dejo.

No podía creerlo, le estaba diciendo a su novio que terminaba con él, a palo seco. Se sentía como un autómata, gran parte de su voluntad estaba anulada, no era dueña de sus actos... 

Levantó el abrigo del sillón y, al enderezarse, su mirada chocó de nuevo con el cuadro. Algo había cambiado. La mujer había girado la cabeza en un ángulo imposible y la miraba directamente, con una sonrisa salvadora en sus labios

 


El último viaje.

La imagen, como una fuente primigenia, es atrayente, pero los relatos pequeños que la acompañan la superan ampliamente. Sus creadores (escritores, que no juntaletras), todos buenos escribiendo, algunos ya reconocidos entre los que se manchan de tinta los dedos (o tienen callo en las yemas), y con publicaciones ya sea onlaine-lailo, o en papel...a lo que me dirijo (siempre en senderos, por lo visto), es invitar a los locos humanos que pasan por aquí, a dar un clic y visitar El Universo de las palabras perdidas. Que inviten a participar amablemente a esta juntaletras no significa que no rocen un nivel muy alto, haciendo que una se acongoje cada vez que escribe un micro semanal...

Otra cosa. Menuda fijación tengo. A ver si me lo hago mirar... Mi aporte de la semana pasada, voy retrasada.*


El último viaje.

No podía parar, ya lo había intentado muchas veces, incluso había intentado tirarse en marcha, desestabilizando la bicicleta...pero siguió su marcha sin detenerse, impertérrita. Tampoco podía dejar de pedalear y no encontraba a nadie para pedir ayuda. El miedo no le dejaba pensar. ¿Cuanto tiempo llevaba subido en ese sillín de cuero gastado?... No lo sabía, apenas podía recordar cómo llegó a sus manos esa maldita bicicleta.
Al pasar bajo el puente, perdió toda esperanza. Si seguía ese camino pronto saldría de la villa, en dirección a los campos. Ese artefacto rodante bajo él llevaba su propio camino, ya que giraba entre las callejuelas sin su dirección ni consentimiento, con un destino misterioso que él desconocía. Era un pasajero involuntario, atrapado, incapaz de controlar el incipiente terror que se apoderaba de todo su ser.
Una pregunta le atormentaba, incansable, una certeza que en forma de interrogante le despellejaba el raciocinio, ya tan volátil.
¿Donde estaban los otros, la gente?

Un edificio iba acercándose, aunque pudiera ser que fuera él quien, cada vez más veloz, rodaba hacia las verjas que lo flanqueaban. Empezaron a abrirse, en un silencio majestuoso, dando a su memoria un destello fugaz de reconocimiento...
En el último tramo del camino, recuperó súbitamente el control sobre esa bicicleta, sorprendiéndole. En ese último momento, decidió dejar la gran casa tras de sí, al seguir pedaleando como alma que lleva el diablo.

La figura que le observaba (tan delgada, tan pálida), junto a la entrada principal, suspiró desconcertada al ver que se alejaba. Otro más que se perdería en el limbo, durante una buena temporada...

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*He denunciado a HAL por obstrucción a la creatividad manifestada, pero la corte aquí es robótica. Va a ser cuestión de no insistir, mejor...hasta que venga la Connor.

El encargo.

La imagen inspiradora de este relato es inquietante, aunque incluye un acto mundanal y sustancioso...

La imagen, como decía, está en El Universo de las palabras perdidas. Sería de mal fario no pasar...verdad, flaca?


El encargo.


Esta visita despertaba una profunda inquietud en su interior. La figura que hablaba en susurros lánguidos la perturbaba, siempre. Puso en la mesa una taza humeante acompañada de un plato con aros dorados, una de las mejores recetas que conocía para tratar con tal ser, y se sentó enfrente. Siempre se tenía que sentar una enfrente (jamás en tangencial), eso era muy importante, y así mismo, ella camuflaba también su verdadera identidad gracias a la luz, porque en completa oscuridad todo se revelaba.

La primera vez que se presentó, empalideció. La curandera reprime un estremecimiento al recordarlo...Llamaron a su puerta y, al abrir, no vio a nadie en el umbral o en el terreno circundante. Al girarse tras cerrarla, ahí estaba; una figura encapuchada. No quiso calentarse junto al fuego ni sentarse, cuando se lo ofreció. Balbuceaba frases incomprensibles, mientras emanaba poder disimulado. Tras unos momentos, pareció centrarse y le preguntó su nombre. Al decírselo (fue incapaz de resistirse), negó con una sacudida entre sombras y desapareció. ¡Desapareció en un parpadeo!

En su cama, por las noches, llegó a imaginar que el encuentro era uno de sus muchos sueños, ya que su don era ver entre mundos, pero sucedió una vez más, y otra...siempre diferente en sus apariciones, siempre cambiante. Por eso, habitualmente tenía preparada una jarra caliente y un plato de aros crujientes, parecía que le ayudaba a formar una forma humanoide de presentación... Freya así se lo aseguró, antaño.

Ella, pese a ser una sanadora experta, estaba mejor preparada ahora, pues lo que iba a hacer se lo había enseñado también la primera madre, aunque nada era seguro, en realidad. La vista era lo primero que adquiría su visitante, cuando empezaba a tomar una forma sustancial (cárnica, como le gustaba decir). El olfato venía después, y el tacto a continuación...

Empieza el canturreo mental, apaciguador: "Emite calor, acércate. El cuenco lo contiene, como tú. Huele la alquimia ascendente de lo mundano, acerca tus dedos, tócalos..."

La curandera sonríe al advertir que una mano femenina, con las uñas de un color muy acorde a su espíritu, surge de las sombras hechas ropajes y se dirige a uno de los aros crujientes, para degustarlo... Por un momento, sólo un destello difuso y vibrátil en sus ojos, percibe en la transición de las sombras a la luz mortecina de la pequeña habitación, la visión de unos huesos

adelantándose...

Parpadea deprisa, mas la visión permanece. Ahora era cuando la situación se ponía peligrosa. Ha visto unos huesos amarillentos, unos tendones descarnados manchados, y el extremo de sus dedos es el color de la sangre negra, no una uñas decoradas. Agradece el gran capuz que oculta el rostro, prefiere ni atisbarlo.

"No es un descuido ¿de veras quiere que la vea así?... Es hora de su terapia, entonces".

Da un sorbo a su propio café (el mejor de Midgard) y suspira por dentro. El dios tuerto no le paga lo suficiente por sus servicios.

-Bueno, flaca, dime qué tal vas con el asunto de tu amnesia...

La Criba.

Veo parte de un pueblo pequeño, una casa un tanto destartalada, dos mujeres que parecen ignorarse...

En el Universo de las palabras perdidas se observa con toda nitidez lo que ha dado de sí nuestra masa craneal. 

Y gracias a quien adecenta mi desquicie con las comas (y otras aberraciones puntuales).

La criba.

Quedaban pocos habitantes en el pueblo, muy pocos. Las desavenencias y el arreglo de antiguas cuentas diezmaron la estancia en él. Quizá fue por el nombre del lugar, agorero como pocos, desde la primera madera que clavaron en la tierra para hacer la primera cabaña...y continúa llamándose así, aunque pocos lo recuerdan ya; el mal estaba haciendo estragos en sus mentes extraordinarias...

Regina sacude la cabeza lentamente, reprochándose interiormente por el derrotero de sus pensamientos junto a la ventana, mientras ve a través de los cristales a dos encarnizadas enemigas pasando muy cercana una de otra. Por un instante, teme que su hechizo sea menos fuerte que el odio que se profesan entre ellas, pero todo parece estar bien.

Sus dos mejores alumnas son su mayor dolor. De todos los que han sucumbido, éstas son las que más resisten. La rubia se llama Selene, la morena dice llamarse Sol... y sólo puede permanecer una. La mujer de cabellos plateados sonríe al recordar el momento, porque ningún nombre era verdadero.

Apoya la frente en el vidrio y sus ojos cambian. Casi sin darse cuenta, las envuelve en un nuevo embrujo y quedan detenidas en una burbuja de no-tiempo, mientras busca una solución a la desesperada para ambas, aunque está muy debilitada. Proteger el lugar, el concilio, ha mermado su poder.

Crea una telaraña de posibilidades y une un hilo con otro, enmaraña dos flecos del destino y susurra vida a la madeja con su aliento. No está satisfecha, es una solución temporal y lo sabe, mas chasquea con los dedos la palabra de fuego y la burbuja del no-tiempo explota en silencio.

Regina se aparta de la ventana, aburrida ya del exterior, maldiciendo al primero de ellos, el primero de su linaje, al hierofante loco que bautizó el lugar de manera que ninguno olvidara nuestro cometido : La Criba de los magos.

Autorretrato

Autorretrato

No se puede describir una imagen de Rorschach, cada uno ve lo que quiere. He decidido trasladarla desde El Universo de las palabras perdidas por eso mismo. Eso no quita para acudir al llamado y leer los fantásticos relatos que han gestado unas cuantas mentes muy imaginativas desde allí. "Autorretrato" es el título de mi aporte semanal.

Y gracias por leerlo, por pasar por aquí.

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Querido Luci; acabo de recibir tu misiva (debería decir mail, aunque es menos elegante), pero ya me conoces, tengo predilección con mi arcaico lenguaje... ¡Ah!, qué detalle incluir una imagen a la que llamas "selfie", también. Uno de mis secretarios me ha dicho que significa un autorretrato. ¡Acabáramos!... mas debo decirte que no sales nada favorecido, ¿ya te has cansado de tu melena dorada y tus ojos flamígeros?... No me hagas caso, ya sabes que soy tradicional con estas cosas. Tú dirías que tengo poca imaginación, pero te aseguro que no es así (además lo dices para picarme, que ya nos conocemos).

No hacía falta que me recordaras tu fecha de aniversario, aunque tengo que reconocer que, al recibir tus noticias, he decidido cambiar el regalo previsto por otro. Creo que le vas a sacar mejor rendimiento y, sinceramente, quizás al tomar la fotografía un poco más lejos resultes un poco menos repulsivo (en serio, cambia de forma pronto).

Espero que te guste “el palo para autorretratos” que te envío (desconozco otra nomenclatura para tal artilugio), aunque no puedo dejar de comentarte que es rosa, porque no quedaban de otro color, y tal vez no se te vea tan terrorífico al usarlo, pero como eres daltónico, si no te lo digo ni te ibas a dar cuenta.

¡Feliz cumpleaños, Lucifer! (si prefieres mejor la crema antiarrugas, me lo dices, ya vamos acumulando milenios).

Dios.

Veinticinco monos.

¿La imagen?, bueno, hay muchos monos en un árbol, tienen pinta simpática, pero están en una habitación y hay un único mueble y...¿La imagen? La estoy describiendo, pero está en en El Universo de las palabras perdidas.


Veinticinco monos

"No te fíes. No les mires directamente, sino con tu visión periférica..."

Ojalá pudiera continuar, pero los chillidos al abrir la puerta no le dejaron entender el resto de lo que el hombre arrugado le dijo. Captó una palabra suelta, también: "Libros". Eso era, algo de libros. ¿Qué debía hacer; leer en voz alta a los monos dibujados en la pared?, por dios, ¡esto era de locos!

Ella, que emprendió el viaje inspirativo en pos de la puñetera creatividad, aburrida de todo, ahora se encontraba en "X", un lugar supuestamente misterioso, donde su extraño guía la introdujo en una habitación anodina, de una casa más anodina aún. ¿A qué venía tanta advertencia?

Dejó de elucubrar y se derrumbó en el aparatoso asiento, único mueble de la habitación. Sin darse cuenta, empezó a contarlos, y al contarlos, les miró directamente.

No podía apartar la mirada de ese árbol que parecía muerto, atestado con esos veinticuatro monos. Incluso la neblina que les rodeaba y antes le pasó inadvertida, parecía que quisiera envolverla, tirando de ella hacia el mural...

La voz del guía, que parecía tan viejo como el pueblo mismo en donde estaban, llegó en el último momento con toda claridad, cuando empezó a respirar la niebla:

"...Sobre todo, ¡no te sientes!, o serás una entre ellos."


Feliz silencio.

Moras, arándanos, frambuesas...no puedo seguir describiendo la imagen sin babear. Alé alé, al Universo de las palabras perdidas hay que ir, para poderla ver.

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Feliz silencio.



Una,dos ,tres...miraba embelesada cómo él iba introduciendo los frutos rojos en su boca, mientras hablaba y masticaba a la vez. Decía, o mascullaba, que la cena había sido excelente.

Tú sigue, le animó por dentro. En la cocina tenía guardada la jeringa con la que había inyectado (sólo una gota) en cada una de las pequeñas bayas el contenido del frasquito negro. Por eso no había abierto la botella de vino, era mejor no mezclar. Se felicitó a sí misma; no sospechaba nada, ningún sabor extraño. Eso sí, cuando empezara a bostezar tendrían que ir a sentarse en el sofá, no fuera que al hacer efecto se cayera en el comedor, que pesaba lo suyo él.

Diez,once, doce...no podía apartar la vista de esa boca, con un hilillo de jugo carmesí escapando de sus labios. Claro, si comía mientras hablaba a la vez, normal que sucediera eso. Asintió a un ruido gutural enfrente suyo, aunque en esta ocasión ni le entendió.
Sólo sabía una cosa. Él, dormiría toda la noche en el sillón, y ella, gozaría de una noche maravillosa sin la verborrea de su voz.
Feliz y silencioso aniversario, pensó.



Aparecerían.

Hay que ver lo que da de sí una imagen aparentemente sencilla, con un lago reposado y una terraza, en tonos grises...Pues bien, en El Universo de las palabras perdidas lo han hecho de nuevo; grandes relatos con poca tinta y mucha imaginación. Vayan y vean. 

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Aparecerían.

En cuanto atravesara la cristalera, aparecerían. Veía la terraza tan vacía, desde donde ella se encontraba...mas, al traspasar el umbral transparente surgiría el mismo escenario (sólo un momento antes sin un alma), con sus mesas y asientos atestados, desbordante de gente con copas de cristal en sus manos. Lo que antes era silencio, se convertiría en un murmullo caótico, multiplicado en docenas de bocas que sonreían, moviendo sus labios rosados. 

La primera vez que sucedió, retrocedió por la sorpresa y todo desapareció como por arte de magia, o una alucinación. No quiso salir de nuevo a la terraza, pese a verla de nuevo solitaria y se fue alejando por el pasillo en sombras, aturdida. No quería volver a cruzar esos cristales, pero algo la atraía irremisiblemente a ese lugar... 

Una corriente la sacudió cuando lo hizo por segunda vez. Permaneció inmóvil tras sus primeros pasos, mientras esa cacofonía alrededor iba cobrando cierto sentido. Nadie parecía darse cuenta de su presencia, nadie la miraba, como si no existiera. Y esa idea le produjo un vértigo aterrador. 

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En la mesa cercana, una mujer se ajusta el chal sobre sus hombros, quejándose del repentino frío. El hombre maduro junto a ella contesta, riendo:

-Será por hablarte de lo que ha ocurrido hace unos días, aquí mismo, cerca de la cristalera. Encontraron a una de las huéspedes muerta sobre el suelo de la terraza. Nadie sabe qué sucedió...  

Es el instinto

Es el instinto

 

Es el momento del salto, con elegancia, hacia el bastardo...

No sé si soy el que subo a detener la caída. Quizá soy el que bajo para la mordida.

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Imagen / Joel Rea


Los Venerables.

Una caravana, un carromato, viajeros, fogata, un río cercano...y árboles.

Esos son algunos elementos en la imagen del nuevo relato, petit relato, en el Universo de las palabras perdidas. Vayan y vean la imaginación desbordante de la buena gente de allí. Se regalan historias que traspasan cerebros y llegan al neo cortéx. Una buena locura. 


Los Venerables

Ruido de metal y ondas sónicas rudas. Fuego y peligro. Un viento controlado alzaba las ramas más cercanas del calor malsano de la fogata, alejándolas. Las hojas temblaban estremecidas, la vibración producida transmitía un grito de alerta y expectación airada.

Unos a otros, los árboles se cuestionaban, mientras las raíces excretaban los últimos recuerdos de los ancestros milenarios. Supieron que estaban condenados. Los troncos añejos, con un hilo de savia, susurraban que ya no podían viajar como antaño, no en los cuerpos arbóreos que habitaban desde hacía milenios, tras su llegada, en aquel mundo azul.

El más joven de la horda animal, sentado frente al árbol, se pregunta de dónde salió ese aire inesperado... y tal como llega el pensamiento, lo olvida.

Aún queda una pizca del poder de los Venerables, aunque es insuficiente, una sombra de lo que fue. No podrán contenerlos.

Espantados, comparten el recuerdo de las antiguas canciones planetarias. Los destructores de mundos habían llegado, al fin.

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los mejores

En esta ocasión es fácil imaginar la imagen. Quién no visualizaría un barco volador saliendo de puerto, con esos globos llenos de helio y la madera lustrosa? De todas maneras, si la imaginación ha salido de viaje desde vuestras mentes, ir a El Universo de las palabras perdidas, donde se hallan muchos otros relatos, pequeños pero llenos de significado, y mostrando otros mundos paralelos. Es que merece la pena. 

Los mejores.

Allá ascendían, mis compañeros de letras. Debían haber recibido un mensaje urgente, pues salieron sin demora de la escuela de escritores, escopeteados hacia el muelle. Me he percatado al oír la algarabía al soltar amarras y el soplido furioso del gas hinchando los globos de helio; estaba tan concentrada escribiendo que ni me enteré.

Si, escuché algunos bip bip a mi alrededor, pero como si oyes llover, Catalina.
Aunque Catalina, no hay ninguna. Ahí ascienden Vin el astrónomo, Shia la guerrera, el comemundos Lamrdh, el correcto maese Cups...

Miro mi dispositivo manual...Compruebo su carga y enciendo la pantalla, o lo intento, sin conseguirlo.
Vale, HAL me la ha vuelto a jugar. No me queda más remedio: al modo antiguo, entonces. Inhalo todo lo que puedo y espero que me oigan.

-¡¡EHHHH, PEÑA, TIRARME LA ESCALAAAAA!!.

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Los mejores está dedicado a mis compañeros Gisicom writers, en la escuela de escritores del imperio. Una aprende que da gusto, junto a ellos. Los mejores.

La quietud.

Imaginaos estar en una cumbre montañosa con una vista sin igual y los rayos de sol incidiendo en el atardecer...la imagen (no imaginada), en un nuevo desafío desde El universo de las palabras perdidas.

La quietud.

Miró sin curiosidad la vida vegetal a su lado mientras se imbuía del poderoso silencio, alrededor suyo. Una sensación extraña recorría todo su cuerpo, ante la falta de estímulos auditivos. Su mentor de conducta diría que era un momento de paz, pero no era cierto. Era la tranquilidad que precede al caos desatándose.
Una parte en su mente, muy pequeña, supo que estaba en un lugar exquisito, nunca hollado por pisadas ni artefactos, pero no pudo apreciar el regalo que se ofrecía a su vista. No podía degustar la pureza del aire, su transparencia fresca. Las lentes se adaptaron al rayo solar que acarició sus ojos ocultos, en ese momento del atardecer moribundo. Pensamientos que nunca hablaron quisieron establecerse en su córtex, pero fueron reprimidos como una guadaña afilada con sangre.

La inacción puso en marcha el mantra básico y empezó a mover sus labios mudos.
"La vida nos hace creer que los otros mueren primero. Sobrevivir es no llevar más carga de la que soporten tus músculos, esto es código incrustado básico. La vida es un lapsus en el tiempo..."

Una brutal explosión zumbó en sus oídos y dejó la letanía inacabada.
-Va, a la mierda, ¡ya llegan!.

Apuntó los fásers al firmamento, apagando el transmisor de un manotazo y después los sensores de dolor, con alivio.
Un ciborg asesino soportaba mal la quietud.

 

 


El loco.

Describo la imagen que nos inspiró para un nuevo desafio desde El Universo de las palabras perdidas. Una buena esfera para visitar y ver allí otros relatos y la imagen misma. No es arrepentible esa visita, es de repetir...La imagen, entonces:

Un hombre de pelo pelirrojo está recostado mientras lee. Su chaqueta parece uniformada (lo pensé por los botones...qué cosas, verdad?) , aunque luego Galactus-Lamrdh nos mostró a qué pertenecía...eso fue en Gisicom, que desde allí los gestamos, es que los relatos viajan mucho, menos mal.

El loco.

Los pasos resonaban como trallazos fuera de la habitación, en aquel pasillo brillante, mas no movió ni un músculo de su cuerpo. Escuchó sin prestar atención una voz que se imponía a los taconazos, exasperada, mientras otra le contestaba apaciguadora. Dean cerró los ojos por un instante y esperó. Intuía en qué terminaría todo.
-...Señor, permítame decirle que no hemos podido avanzar nada. Se limita a escribir párrafos inconexos, sin sentido alguno.
-¡Es mi mejor agente de campo, monseur ingénieur!. No puede decirme que se comunica con un simple cuaderno y una pluma... Papel y tinta, ¡por dios! Podría decir que él piensa en binario, y ¿usted me dice que ha perdido toda su capacidad operativa en el panel de control?
-De momento, así es.
El coronel no podía decir lo que estaba pensando. Sólo recordar las bajas en ese sector planetario le daba escalofríos. Había algo en este lugar que los enloquecía, pese a la perfecta imitación física conseguida.
Decidió no entrar, limitándose a mirar por el panel acristalado.Siempre se sentía incómodo frente a uno de estos agentes, pero en esta ocasión estaba asustado. Las unidades a su cargo eran inmunes al contagio, mas se hallaba ante un claro ejemplo de contaminación mental.
-Dígame, ¿qué es exactamente lo que escribe?
- Señor, el sentido de los escritos permanece oculto para mí. Pequeñas frases, narraciones fantásticas...Lo denominan como cuentos y poesías.
No esperó a escuchar más y entró en la estancia, donde el androide creaba un nuevo poema de amor.
Sacó su arma y disparó.

Hambre roja.

Hambre roja.

He decidido incorporar la imagen desde el Universo de las palabras perdidas...El motivo es sencillo, pero cuántico cual partícula (permitid que la caja que lo contiene permanezca cerrada, como el cat), que no tengo ganas de hablar. 

En los otros relatos (tengo que felicitarles, aunque sean humanos) que voy visualizando en El Universo..., hay algunos ciertamente inquietantes. Quién lo iba a decir, de una imagen tan amable, verdad?. 

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Ambas miraban el cuadro. Una, con ojos críticos, y la otra, con pupilas sesgadas.
—Mañau.
—Si, a mí también me gusta, eternizar ese día. Y la pequeña fue deliciosa. El rubor de sus mejillas anticipaba una buena elección, ¿no es cierto?
—Niuuu.
—Tienes hambre roja, ya lo sé. Sólo quería enseñarte tu regalo, eres mi familiar desde hace ya mucho tiempo, o muy poco, según se mire...

Pasó la lengua por sus labios, recordando el banquete que las dos se dieron aquella noche memorable y mandó plasmar, pasado el tiempo, en ese lienzo, que ahora contemplaban.
Desviaron la atención del óleo a la vez para encontrar sus miradas. Escucharon una voz infantil que llamaba desesperadamente a su madre. La gata se acomodó en el frío hombro y clavó las uñas, traspasando el terciopelo del vestido de su ama, mientras en su mente felina creaba una imagen.
Iba a jugar con una nueva amiga y empezó a ronronear. Tenía una sed espantosa.


el paraguas olvidado

Un nuevo desafío del Universo de las palabras perdidas, en la que una imagen nos regala un mundo de posibilidades. Si describo, veo una calle gris y desierta, lloviendo... Unas bicis están aparcadas sobre el empedrado. Hay una figura al fondo...

El título, una majadería, por culpa propia:

El paraguas olvidado.

 

Fue doblar la esquina y encontrarme de bruces con alguien (no me fijé), que musitó cuando lo esquivé:
-Esta es tu calle.
No me detuve para contestar que no, que sólo era parte de mi camino apresurado. Ni las bicicletas se animan a moverse, pienso según me alejo, y recuerdo el paraguas olvidado.
-Dos puntos para mí.
No puedo evitar decirlo en voz alta. Encojo los hombros, levanto la solapa y mi vista busca el suelo, intentando engañar a la lluvia...

Un chirrido de neumáticos se abrió paso a través de los oídos, sacándola de su abstracción. Sientió un golpe brutal en su cuerpo y experimentó un momento de ingravidez, mientras el tiempo parecía ralentizarse. Antes de que todo estallara, creyó escuchar de nuevo:
-Esta, es tu calle.



El lugar exacto.

Una nueva entrega para El Universo de las palabras perdidas. Es muy agradable participar entre tantos seres imaginativos, aunque sean humanos. Además, la guerrera convertida en escritora vigila el desmadre de las comas y otros signos puntuitivos (que han decidido abrazar el caos), cuando lo dejo bajo sus ojos.

No, no voy a dar imagen, ya dije que ríe en su propia esfera, allí pertenece. Pero describo, describo!: Una pareja de edad indeterminada en un mirador, que da a un río en medio del mundo verde. Sus ropas no son actuales. Ahí, ya lo dejo, y mejor que imaginarlo, recomiendo guglear e ir . Se me ha olvidado decir a esa esfera si puedo enlacearla, que a HAL le parece bien, y primero hay que preguntar, dice. 

Por cierto, cuando he visitado El Universo...he observado que hay varios micros que empiezan con una conversación. 

Fascinante.

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El lugar exacto. 

-¿ No te das cuenta? No volverá.

Ingrid se giró por un momento de la visión del agua y le miró, sin decir nada.

-No puedes venir aquí todos los días, esperando su regreso, sea invierno o verano. Algunas noches también acudes, cuando la luna lo permite, te he visto.

-¿ Acaso me vigilas?

Tan parca en palabras...Sven se dejó caer en el banco, desalentado. Estaba a punto de desistir, por el amor que ella aún sentía por el maldito Jackus, el recuerdo contínuo...Si no, no entendía este acudir al mirador, que asemejaba cierta locura, dado el tiempo transcurrido.

-Vuelvo a la granja. Tengo que atender a los animales.

Ingrid no dijo nada, ni se molestó en decir adios. Escuchó los pasos alejándose y sólo entonces se permitió derrumbarse, aferrándose a la barandilla con toda su ira como fuerza. Inspiró profundamente, mientras obligaba a su metabolismo a filtrar ese aire, casi irrespirable para ella.

Los despreciaba. A todos. A Jackus, a quien ahogó justo enfrente cuando descubrió su secreto. A Sven, con el olor nauseabundo de todas sus bestias encima... Era asqueroso el lugar donde fue destinada.

Ya anochecía. Dirigió sus pupilas modificadas al firmamento, con un estremecimiento visible.

Este era el lugar de recogida. Cada vez faltaba menos para su relevo.

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